sábado, 25 de abril de 2009
Viaje Nocturno (Fragmento)
Sali de un bar un jueves por la noche. Lo acepto, estaba tomado, pero eso no termina de explicar la situación. Unos amigos seguían en el bar, ellos también estaban tomados, pero eso tampoco explica lo que sucedió. Caminaba hacia mi casa, lentamente, tambaleante, y a pesar de que era un ruta habitual, observé un lugar que nunca había visto antes. Era una tienda en una pequeña plaza comercial. Algo tenía de diferente, estaba encendida la luz, y ya eran pasadas las 4 de la mañana. Sería que estaba borracho, pero algo me inclinó a entrar a esa pequeña tienda de antiguedades que nunca había visto antes.
Tenía estantes llenos de mil y un triques y porquerías valiosas que no sirven para nada. Una lámpara antigua de escritorio de metal tan pesada y rústuca que resultaría inútil colocarla en otro lugar que no fuera el escritorio de roble rústico que la sostenía. Un sarcófago egipcio, un librero con libros antiguos que al momento de tocarlos probablemente se despedazarían. Entre el mar de objetos antiguos, imprácticos y valiosos, uno de ellos sobresalía. Era un espejo ovalado de cuerpo completo. Sabrá Dios cuántos años tenía, porque cuando me vi en él, el reflejo se distorcionaba, y cada vez que me movía, hacia arriba, hacia abajo, la imagen completa cambiaba de formas y tamaños. Al principio mi cabeza era muy grande y angosta, luego muy redonda y chata, y el resto de las cosas que reflejaba en el fondo también cambiaban. A decir verdad, cambiaban muchísimo. Cuando subí la cabeza por última vez, vi que la puerta detrás de mí estaba abierta tal y como la dejé, el sarcófago a mi derecha, y el librero a mi izquierda, pero en eso bajé la cabeza y todo cambió. La puerta parecía cerrada, demasiado cambio, pensé, para haber sido meramente una distorción. Entonces voltée y la luz se apagó repentinamente. En eso, todo lo que había visto cambió, como si lo estuviera viendo reflejado a través de ese viejo espejo. Subí la cabeza, y todo parecía más estirado. La bajé, y todo se volvió más chaparro y chato.
La subí de nuevo, y el librero se rió un poco, tal vez porque estaba moviéndome y haciendo gestos extraños. "¡No estoy borracho!" le grité, y con eso se calló. "Eso le enseñará" pensé, pero realmente lo dije en voz baja.
viernes, 24 de abril de 2009
Hola
No se cual es la politica que concierne al uso de lenguaje colorido.
Soy Juanjo, y pues la neta no creo tener mucho tiempo para escribir.
La verdad es que ando en Sombrerilandia, una presa alejada de la mano de Dios, por ahí del rumbo a Nuevo Laredo (que según ciertas subculturas del Valle Azteca es el fin del mundo... o bueno quizás no, pero para alguien si debe ser el fin del mundo).
Me gustan las historias, y me gusta optar por la brevedad. un saludo y que tengan suertecita.
=)
PS
No soy fanático del lenguaje electrónico puberto, pero si tengo compulsión por utilizar emoticons, asñi que tolerancia... o no, igual me vale madres.
martes, 21 de abril de 2009
Dos tres cosas sobre mí...
lunes, 20 de abril de 2009
Yo soy un cancionero.
“Yo soy como soy, y a casi todo el mundo le pedí prestado, yo soy como soy, y a casi todo el mundo yo le tiendo mano.”
“Por que allá donde voy, me llaman el extranjero, donde quiera que estoy, el extranjero me siento.”
“Soñé por un momento que era aire”
“Todos me dicen que soy. Mal bicho”
“Me dicen el desaparecido, fantasma que nunca esta”
“¿Quién soy yo para necesitarte cuando estoy triste?”
“Se que soy egoísta, soy cruel”
“La tristeza es mi sangre, y a su vena mi vena, donde mora de pena, donde muere de hambre. Hambre y melancolía, de que la luna esté llena, de amoríos y alegrías, soy el príncipe de la dulce pena.”
“Y yo que nunca tuve mas religión que un cuerpo de mujer.”
"Soy tuyo, con mi mayor convicción, soy tuyo, con toda la fuerza de mi corazón, que es tuyo, y como cada pensamiento mio es tuyo, soy tuyo."
“Yo soy quien soy, y no me parezco a nairen, me cuadra el campo y el chifilo de sus aigres.”
“¡Yo soy la morsa! Cucucuchu cucucucuchu”
domingo, 19 de abril de 2009
Ser, historias, nombres
su vida había visto sentado sobre las rocas, siempre al atardecer, siempre
viendo hacia el horizonte, con una vara golpeteando las rocas que tenía
frente a él. Durante muchos años, esa mirada fija y sombría los intimidó lo
suficiente como para acercarse y hacer esa pregunta que llevaban guardando
tanto tiempo.
Desde que podían recordar los niños del barrio habían visto a este hombre,
ahí, a la misma hora, todos los días. ¿De dónde ha venido?¿quién es?¿qué
hace durante el día?¿y en la noche? ¿cuál será su edad?¿tendrá familia?
¿Qué hizo durante su juventud? Todo esto se preguntaban al menos una vez a
la semana durante los calurosos veranos en los que jugaban todos los días
en el parque frente al mar.
Cierto día, el más valiente y sabio de todos los niños del barrio, en su
cumpleaños, harto de no poder resolver su duda sobre la historia de aquel
viejo, tomó una decisión. Iría minutos antes del ocaso a sentarse a un lado
de él, y de una vez por todas averiguaría quién era aquél hombre.
Llegado el ocaso, el cumpleañero se separó de sus amigos y en silencio fue
hasta la playa, tomó una vara en el camino, caminó entre las rocas apoyado
en ella y llegó hasta donde estaba el hombre. Un manojo de nervios, podría
ser una descripción adecuada para este valiente jovencito, parado, ahí, a
un lado de aquella figura sombría que tanto temía. ¿Qué haces ahí? -
escuchó con una voz aguardientosa, propia de un hombre que ya ha recorrido
la mayor parte de su vida. Ven muchacho, ven y toma asiento, el sol está
pronto a ocultarse - decía mientras le señalaba una roca que parecía más
cómoda que las demás. El muchacho se sentó y dio un respiro profundo.
¿A qué has venido? - con tono nervioso, comenzó a platicarle los detalles
de su intriga, que lo había visto ahí todos los días, que quería saber
quien era, a qué se dedicaba, su historia, su camino. El viejo sonrió - Así
que hoy decidiste venir hasta acá ¿por qué? - Cumplo años señor, ya soy
grande y quiero resolver esta duda. Te dejaré hacerme una pregunta - le
respondió el anciano.
Sorprendido, completamente invadido por los nervios no pudo pensar algo
diferente a lo que le habían enseñado a preguntar cuando le presentaban a
un mayor y sólo pudo susurrar "¿Cuál es su nombre?''. Una ligera sonrisa
característica de aquellos que han ganado una partida de ajedrez se mostró
en aquel rostro arrugado. José - respondió - ¿Ahora me conoces más?
¿resolviste tus dudas? - Avergonzado, el niño bajó la mirada. Levanta la
cara, que te perderás la puesta del sol. Y así duraron, en silencio, hasta
que obscureció por completo, luego, cada uno se fue a su casa sin decir una
palabra más.