¿Cuál es su nombre? - preguntó un niño del pueblo al viejo que durante toda
su vida había visto sentado sobre las rocas, siempre al atardecer, siempre
viendo hacia el horizonte, con una vara golpeteando las rocas que tenía
frente a él. Durante muchos años, esa mirada fija y sombría los intimidó lo
suficiente como para acercarse y hacer esa pregunta que llevaban guardando
tanto tiempo.
Desde que podían recordar los niños del barrio habían visto a este hombre,
ahí, a la misma hora, todos los días. ¿De dónde ha venido?¿quién es?¿qué
hace durante el día?¿y en la noche? ¿cuál será su edad?¿tendrá familia?
¿Qué hizo durante su juventud? Todo esto se preguntaban al menos una vez a
la semana durante los calurosos veranos en los que jugaban todos los días
en el parque frente al mar.
Cierto día, el más valiente y sabio de todos los niños del barrio, en su
cumpleaños, harto de no poder resolver su duda sobre la historia de aquel
viejo, tomó una decisión. Iría minutos antes del ocaso a sentarse a un lado
de él, y de una vez por todas averiguaría quién era aquél hombre.
Llegado el ocaso, el cumpleañero se separó de sus amigos y en silencio fue
hasta la playa, tomó una vara en el camino, caminó entre las rocas apoyado
en ella y llegó hasta donde estaba el hombre. Un manojo de nervios, podría
ser una descripción adecuada para este valiente jovencito, parado, ahí, a
un lado de aquella figura sombría que tanto temía. ¿Qué haces ahí? -
escuchó con una voz aguardientosa, propia de un hombre que ya ha recorrido
la mayor parte de su vida. Ven muchacho, ven y toma asiento, el sol está
pronto a ocultarse - decía mientras le señalaba una roca que parecía más
cómoda que las demás. El muchacho se sentó y dio un respiro profundo.
¿A qué has venido? - con tono nervioso, comenzó a platicarle los detalles
de su intriga, que lo había visto ahí todos los días, que quería saber
quien era, a qué se dedicaba, su historia, su camino. El viejo sonrió - Así
que hoy decidiste venir hasta acá ¿por qué? - Cumplo años señor, ya soy
grande y quiero resolver esta duda. Te dejaré hacerme una pregunta - le
respondió el anciano.
Sorprendido, completamente invadido por los nervios no pudo pensar algo
diferente a lo que le habían enseñado a preguntar cuando le presentaban a
un mayor y sólo pudo susurrar "¿Cuál es su nombre?''. Una ligera sonrisa
característica de aquellos que han ganado una partida de ajedrez se mostró
en aquel rostro arrugado. José - respondió - ¿Ahora me conoces más?
¿resolviste tus dudas? - Avergonzado, el niño bajó la mirada. Levanta la
cara, que te perderás la puesta del sol. Y así duraron, en silencio, hasta
que obscureció por completo, luego, cada uno se fue a su casa sin decir una
palabra más.
Una duda ficticia y estúpida puede ser un muuuy buen motor de vida y detonador de sueños.
ResponderBorrarBienvenido vato!
Chida anécdota y encuentra un editor... funciona.
si tú escoges como quieres ser conocido y reconocido, estás de acuerdo en que tu nombre sí puede decir mucho de ti?
ResponderBorrarimagínate un nombre que contenga toda tu esencia. grande, grande