"La melancolía es la felicidad de estar triste". Víctor Hugo
jueves, 2 de septiembre de 2010
jueves, 24 de diciembre de 2009
Civilidad al utilizar el correo electrónico
Actualmente la gente que me rodea se comunica muy activamente utilizando el correo electrónico. Es una herramienta bastante práctica, eficiente y útil. Siempre he tratado de comentarles sobe la etiqueta al utilizar el correo electrónico, principalmente cuando se trata de cómo responder y/o citar el correo anterior.
Cada vez que se lo comento a alguien veo mis comentarios ignorados con argumentos como "es nada más un correo", "a poco no entiendes" (a lo que siempre respondo que no), "que hueva", "gmail te oculta lo anterior" (esto recientemente, gracias google por evitarnos el martirio de seguir usando hotmail/yahoo/etc). Pero ¿qué pasa cuando a medio hilo se agrega a una persona a la lista de remitentes y el primer correo que recibe está lleno de mensajes citados en 'top-post' [1]? Me ha tocado estar en dicha situación y la respuesta es simple: no entiende nada.
Como contraparte puedo decir que estoy subscrito a varias listas de correo en donde se discuten tópicos particulares. Llega a ser soprendente cómo las personas que escriben en estas listas son tan civilizadas y tienen una buena etiqueta al usar su correo, con la consecuencia básica de que la comunicación se hace sencilla, fácil de entender, fácil de seguir para quien no estuvo involucrado en el tiempo en el que se escribieron los correos y apenas los está leyendo.
Tal vez esto no haga mucho sentido para quienes no están familiarizados con las listas de correos, por lo que considero oportuno mencionar que dichas listas de discusión son archivadas y publicadas abiertamente para que sirvan como referencia de por qué se tomaron ciertas decisiones y/o cómo se llegó a tal o cual conclusión sobre un proyecto [2].
No me había animado a escribir una nota al respecto pero ayer me tocó leer un hilo de discusión [3] y hoy un colega me mostró una entrada que hizo él en su blog hablando al respecto [4] y explica claramente la diferencia entre los tipos de citado y las ventajas-desventajas de cada uno.
Sinceramente sí considero difícil leer los correos citados en 'top-post' sobretodo cuando llegué tarde a la 'conversación'. Con un poquito de civilidad informática y responsabilidad Internet podría ser un lugar mejor.
Ya echaron a perder el mundo real, no hay necesidad de destruir los tubos. =P
[1] Jargon: Top-post
[2] Pidgin mailing list archive
[3] Ejemplo de lista civilizada: discusión sobre c/c++ en un projecto
[4] Alvarezp blog: Etiqueta en el citado de mensajes de e-mail
Edit: typo
Cada vez que se lo comento a alguien veo mis comentarios ignorados con argumentos como "es nada más un correo", "a poco no entiendes" (a lo que siempre respondo que no), "que hueva", "gmail te oculta lo anterior" (esto recientemente, gracias google por evitarnos el martirio de seguir usando hotmail/yahoo/etc). Pero ¿qué pasa cuando a medio hilo se agrega a una persona a la lista de remitentes y el primer correo que recibe está lleno de mensajes citados en 'top-post' [1]? Me ha tocado estar en dicha situación y la respuesta es simple: no entiende nada.
Como contraparte puedo decir que estoy subscrito a varias listas de correo en donde se discuten tópicos particulares. Llega a ser soprendente cómo las personas que escriben en estas listas son tan civilizadas y tienen una buena etiqueta al usar su correo, con la consecuencia básica de que la comunicación se hace sencilla, fácil de entender, fácil de seguir para quien no estuvo involucrado en el tiempo en el que se escribieron los correos y apenas los está leyendo.
Tal vez esto no haga mucho sentido para quienes no están familiarizados con las listas de correos, por lo que considero oportuno mencionar que dichas listas de discusión son archivadas y publicadas abiertamente para que sirvan como referencia de por qué se tomaron ciertas decisiones y/o cómo se llegó a tal o cual conclusión sobre un proyecto [2].
No me había animado a escribir una nota al respecto pero ayer me tocó leer un hilo de discusión [3] y hoy un colega me mostró una entrada que hizo él en su blog hablando al respecto [4] y explica claramente la diferencia entre los tipos de citado y las ventajas-desventajas de cada uno.
Sinceramente sí considero difícil leer los correos citados en 'top-post' sobretodo cuando llegué tarde a la 'conversación'. Con un poquito de civilidad informática y responsabilidad Internet podría ser un lugar mejor.
Ya echaron a perder el mundo real, no hay necesidad de destruir los tubos. =P
[1] Jargon: Top-post
[2] Pidgin mailing list archive
[3] Ejemplo de lista civilizada: discusión sobre c/c++ en un projecto
[4] Alvarezp blog: Etiqueta en el citado de mensajes de e-mail
Edit: typo
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Shumac Tarac
miércoles, 7 de octubre de 2009
Que asco de sociedad
Pero al menos sabemos que las generaciones futuras serán educadas para sacar a este mundo adelante.
lunes, 3 de agosto de 2009
Estadística para el romance
Hechos1:
Suposiciones:
Hipótesis:
Cuando escucho que cualquiera de mis amigas dice algo como "todos los hombres son iguales", o "ya no me quedan opciones", me acuerdo que soy ingeniero y me río aunque sea cruel. Es cruel, pero las matemáticas no mienten. Y la verdad es que:
Dicho esto, y si deciden seguirme la corriente estadística, cabe aclarar que:
Un saludo para mi futura ex-esposa, Georgia, que se merece mucho más de cuatro segundos con quien ella escoja, por simpática e interesante y porque evidentemente se cae muy bien a sí misma. Este ensayo/estudio deriva también en la respuesta retórica a su pregunta retórica: sí, hay hombres que mienten; no, no pueden ser todos, ya vimos que la muestra actual no es representativa; y si uno te miente, mándalo a volar.
Para los que son más ingenieros o más matemáticos o más estadistas que yo: no me interesa saber en cuántas suposiciones me equivoqué o exageré, porque mi hipótesis no pretende tener valor demográfico, sino vivencial. Y no, evidentemente tampoco sé nada de la vida, pero más sé yo que el diablo porque somos viejos amigos y a veces le gano en ajedrez, o algo así.
Paz.
- En este momento existen en el mundo 6,768,167,712 personas vivas.
- De todas ellas, 3,407,012,960 son hombres.
- Entre ellos, 1,135,240,849 están en el rango de edad de 15 a 34 años.
Suposiciones:
- Considerando la tardía edad de matrimonio en esta época, asumamos que 1/3 de esa población está soltera. Quedan 378,413,616.
- De los que quedan, exageremos suponiendo que 1 de cada 10 son homosexuales o no están disponibles por razones no divulgadas. Quedan 340,572,254. Trescientos cuarenta millones. Ya es un número pronunciable.
- La esperanza de vida actual es de 67 años2. La actual tasa de mortalidad es de 8.23 por cada 10003: eso implica que de cada 1000 personas vivas, 8.23 morirán este año. Supongamos también que existe una tasa de nupcias, que marca los hombres que dejan de estar disponibles cada año. Supongamos que esta tasa es constante a pesar de la edad, para simplificar el cálculo. Supongamos una tasa de nupcias de 200 por cada mil. Así, tomando en cuenta ambas tasas, en un año determinado 208.23 hombres de cada mil quedan excluidos. Hagamos una tabla para los siguientes 30 años:
Año Población restante 2009 340,572,254 2010 270,278,140 2011 268,115,914 2012 265,970,986 2013 263,843,218 ⋮ ⋮ 2039 214,116,132 - Recorté la tabla, pero esos son los datos iniciales y final. Eso nos deja un promedio de 244,352,827 hombres disponibles por año, por los siguientes 30 años.
Hipótesis:
- Dividiendo las unidades entre el tiempo, serían 8,145,094 por año, es decir, 678,757 por mes. Osea, 22,300 por día. Es lo mismo que decir 929 por hora. Osea, 15 por minuto, o uno cada 4 segundos.
Cuando escucho que cualquiera de mis amigas dice algo como "todos los hombres son iguales", o "ya no me quedan opciones", me acuerdo que soy ingeniero y me río aunque sea cruel. Es cruel, pero las matemáticas no mienten. Y la verdad es que:
- No les creo que su muestra sea representativa para decir que somos todos iguales. ¿Cuántos hombres conocen? ¿Mil, dosmil? ¿Con cuántos han salido, 100 si acaso exageramos?
- Si alguien no se está ganando más de sus cuatro segundos, ¿porqué se consternan?
- ¿Notaron que conté los días como de 24 horas, incluyendo horas de sueño? Dormir con alguien es cosa seria: son muchos segmentos de 4 segundos. Más vale que ese alguien se lo merezca.
- ¿Notaron que conté 30 años hacia adelante, considerando que las mujeres a las que me refiero están en algún punto cercano a sus 20 años? No hay prisa; la vida es corta pero tienen tiempo para amar y ser amadas. Igual en 30 años le pueden dar la segunda vuelta a la estadística. Otro día escribiré un ensayo sobre porqué pienso que (casi) todas las mujeres son bellas. Y definitivamente escribiré otro explicando mis razones por las que casarse está RE-MAL.
Dicho esto, y si deciden seguirme la corriente estadística, cabe aclarar que:
- No se vale besarlos a todos y mucho menos acostarse con todos solo porque hay de dónde escoger. Hay que tener estándares, carajo.
- Los números son similares para la cantidad de mujeres por hombres, así que no se pongan pedantes y gánense también sus cuatro segundos.
- Para las que les da el complejo de la quedada aunque ya conozcan la estadística: no tienen que estar SIEMPRE con un hombre, ¿sabían? Hay más cosas en la vida. Hay libros, perros, café, profesiones, amigos, eventos, arte, caminatas en soledad... Si no se caen bien estando solas, no esperen caerle bien a alguien en compañía. Aprendan a caerse bien, a valorarse, a respetarse y a ser divertidas, alegres, sinceras, cariñosas y consideradas consigo mismas. Ya cuando tengan eso, o cuando menos hayan empezado el proceso de alcanzarlo, búsquense compañía si les apetece. Y búsquense alguien que les dé cuando menos lo que están dispuestas a darse a sí mismas. Verán qué fácil es superar la barrera de los cuatro segundos entonces.
Un saludo para mi futura ex-esposa, Georgia, que se merece mucho más de cuatro segundos con quien ella escoja, por simpática e interesante y porque evidentemente se cae muy bien a sí misma. Este ensayo/estudio deriva también en la respuesta retórica a su pregunta retórica: sí, hay hombres que mienten; no, no pueden ser todos, ya vimos que la muestra actual no es representativa; y si uno te miente, mándalo a volar.
Para los que son más ingenieros o más matemáticos o más estadistas que yo: no me interesa saber en cuántas suposiciones me equivoqué o exageré, porque mi hipótesis no pretende tener valor demográfico, sino vivencial. Y no, evidentemente tampoco sé nada de la vida, pero más sé yo que el diablo porque somos viejos amigos y a veces le gano en ajedrez, o algo así.
Paz.
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jueves, 16 de julio de 2009
DANAE
En algún lugar de la ciudad, se enciente una farola. Su luz amarillenta y marchita se filtra por la persiana y cae sobre tu cuerpo desnudo y dormido. Pienso en Zeuz convertido en lluvia de oro, besando tu piel, poseyéndote; pienso en Klimt, pintando a su amada prostituta de cabellos rojos; tomo mi diario, y te nombro en secreto: “Danae”.
Danae duerme el sueño de los amantes. Ese divino sueño de conciencia entumecida postcóito. Se mueve un poco y desde su crisálida de sábanas percudidas y almidonadas se le escapa un pezón color café con leche. El colchón revela algunas de sus cicatrices de cigarro. Del otro lado del papel tapiz enmohecido, una pareja discute. Se maldicen, maldicen el cuartucho de hotel y las tres horas de hospedaje que les quedan, maldicen sus miserables vidas, el calor, a sus esposos y luego vuelven sexo.
Danae sigue durmiendo, la imagino bajo las sábanas desnuda y perfecta. Su desnudez le grita a mis ojos “mírame”, y yo la miro y me dejo vaciar por su imagen. Ella suspira, y casi puedo ver el sueño bajo sus párpados. Ese sueño de cuerpos ingrávidos, de humedad y manos, ese sueño de amantes anónimos desdibujando sus vértices en el ciego abrazo del éxtasis.
Danae despierta. Me ve. Me ve como intentando descifrar un recuerdo que nunca ha sucedido. Me ve sentado en una silla, frente a la cama, con mi diario apoyado en las rodillas, desnudo y escribiendo. No parece agradarle. “A veces creo que preferirías cojerte a ese maldito diario que a mí” No digo nada. Ella pone sus ojos en blanco. Silencio.
Danae se estira como los felinos y sujeta la sábana para ocultar lo que ya conozco de memoria. Mira hacia el viejo buró de madera y toma su bolso. “¿Tienes un cigarro?” dice mientras inspecciona todas sus cavidades. “Ah, mira, estoy de suerte”. Toma el encendedor. El humo se diluye suavemente en la espesa sustancia translúcida que es la penumbra de las 2 am.
Los vecinos lanzan un largo gemido que poco a poco se apaga. La loca convulsión de la cabecera contra la pared cesa de repente, y los dos nos descubrimos inmóviles y aún en silencio. “¿Qué escribes?”. Dice ella, dibujando una sonrisa pícara en sus labios “¿Escribes algo de mí?” Se lleva de nuevo el cigarrillo a los labios “¿De mi talento para hacerte venir en mi boca?”.
No respondo. Mi mano sigue atenta a la caligrafía. Ella entre cierra sus ojos, y se alza como un resorte. Su mano arrastra la sábana intentando casi ridículamente ocultar lo que ya tantas veces hemos repasado juntos. “En algún lugar de la ciudad, se enciente una farola”. Lee en voz alta, con un tono cantarino y risueño. Luego suelta una carcajada “(…) Danae duerme el sueño de los amantes. Ese divino sueño de conciencia entumecida postcóito (…)”. Quita su vista de mi diario, y me mira a los ojos “¿Así que ahora soy Danae?”
Sigo escribiendo. Ella lanza otra carcajada, y me ve anotando de todo de nuevo, como si me estuviera pasando el dictado. “¿Así que vas a poner en ese maldito diario todo lo que diga?” Apaga su cigarro en el cenicero imaginario del buró. “Pues bien, juguemos tu juego”. Danae retira la sábana con un solo movimiento y descubre su cuerpo de suaves colinas y pálidos valles. En el buró, la colilla se marchita lentamente.
Su mano derecha baja suavemente desde sus labios. “Quiero que le hables a mi boca”. La caricia descendente pasa por su cuello y llega hasta su pecho. “Que me digas te deseo enloquecidamente”. El dedo índice dibuja un círculo en su pezón derecho. “Quiero que me tomes como si fuéramos dos extraños”. Danae apoya su espalda contra la cabecera, y su mano derecha le cede el lugar a la izquierda para bajar ahora hasta su vientre. “Quiero que dejes todas tus metáforas, que me digas que soy tu puta”. La mano se detiene entre sus piernas, las abre para mí. “Y que no vas a dejarme nunca”.
Ella cierra sus ojos, y en algún punto, mis manos son las suyas. “Tu eres mi único consuelo”. Mis palabras son las suyas. “Dime que me amas, aunque no sea cierto”. Y todo lo que existe son éstas palabras. “Que nada tiene sentido más allá de mi”.
Mi lengua traza caminos de humedad por su piel de durazno maduro, buscando algo inalcanzable. “Bésame aquí, aquí abajo”. Y ella suspira cuando finalmente descubro esos tiernos pliegues que habitan ahí donde se unen las largas cordilleras de sus piernas. “¿Te gusta? ¿Te gustó?”. Y bebo de ella, de ese cálido remanso. “Dímelo. Dime que te gusto”. Y bebo hasta colmarme, bebo hasta que aquella sustancia logra calmar el amargo hastío que hay en mi garganta.
“Ahora deja todo y ven”. Ésta noche somos solo dos animales sedientos. “Quiero sentirte dentro de mi”. Que se buscan a tientas. “Quiero que me acalambres las piernas”. En los laberintos salvajes. “Que me hagas gritar hasta que se me acaben los pulmones”. De ésta insoportable inmensidad. “Hasta que todo el mundo quede en silencio”.
“No te vengas aún”. Afuera se escucha una sirena. “Espera un poco más”. Las bestias de la noche se agitan. “Vente conmigo”. Pero aquí adentro nada existe. “Vente”. Solo nuestros cuerpos que se funden en un único grito. Al final, el derrumbe de los brazos. Y de nuevo el silencio.
“¿Por qué seguimos haciendo esto? ¿Por qué cojemos?” Uno coje para no llorar, para perderle un poco el miedo a la muerte. “¿Pero no me amas?” El amor es sólo una escusa, la más absurda de todas, para seguir existiendo. “Entonces dime ¿Qué somos? ¿Amantes? ¿Amigos? ¡Dime!”… Danae, en éste momento somos solo éste último párrafo que se termina.
Danae duerme el sueño de los amantes. Ese divino sueño de conciencia entumecida postcóito. Se mueve un poco y desde su crisálida de sábanas percudidas y almidonadas se le escapa un pezón color café con leche. El colchón revela algunas de sus cicatrices de cigarro. Del otro lado del papel tapiz enmohecido, una pareja discute. Se maldicen, maldicen el cuartucho de hotel y las tres horas de hospedaje que les quedan, maldicen sus miserables vidas, el calor, a sus esposos y luego vuelven sexo.
Danae sigue durmiendo, la imagino bajo las sábanas desnuda y perfecta. Su desnudez le grita a mis ojos “mírame”, y yo la miro y me dejo vaciar por su imagen. Ella suspira, y casi puedo ver el sueño bajo sus párpados. Ese sueño de cuerpos ingrávidos, de humedad y manos, ese sueño de amantes anónimos desdibujando sus vértices en el ciego abrazo del éxtasis.
Danae despierta. Me ve. Me ve como intentando descifrar un recuerdo que nunca ha sucedido. Me ve sentado en una silla, frente a la cama, con mi diario apoyado en las rodillas, desnudo y escribiendo. No parece agradarle. “A veces creo que preferirías cojerte a ese maldito diario que a mí” No digo nada. Ella pone sus ojos en blanco. Silencio.
Danae se estira como los felinos y sujeta la sábana para ocultar lo que ya conozco de memoria. Mira hacia el viejo buró de madera y toma su bolso. “¿Tienes un cigarro?” dice mientras inspecciona todas sus cavidades. “Ah, mira, estoy de suerte”. Toma el encendedor. El humo se diluye suavemente en la espesa sustancia translúcida que es la penumbra de las 2 am.
Los vecinos lanzan un largo gemido que poco a poco se apaga. La loca convulsión de la cabecera contra la pared cesa de repente, y los dos nos descubrimos inmóviles y aún en silencio. “¿Qué escribes?”. Dice ella, dibujando una sonrisa pícara en sus labios “¿Escribes algo de mí?” Se lleva de nuevo el cigarrillo a los labios “¿De mi talento para hacerte venir en mi boca?”.
No respondo. Mi mano sigue atenta a la caligrafía. Ella entre cierra sus ojos, y se alza como un resorte. Su mano arrastra la sábana intentando casi ridículamente ocultar lo que ya tantas veces hemos repasado juntos. “En algún lugar de la ciudad, se enciente una farola”. Lee en voz alta, con un tono cantarino y risueño. Luego suelta una carcajada “(…) Danae duerme el sueño de los amantes. Ese divino sueño de conciencia entumecida postcóito (…)”. Quita su vista de mi diario, y me mira a los ojos “¿Así que ahora soy Danae?”
Sigo escribiendo. Ella lanza otra carcajada, y me ve anotando de todo de nuevo, como si me estuviera pasando el dictado. “¿Así que vas a poner en ese maldito diario todo lo que diga?” Apaga su cigarro en el cenicero imaginario del buró. “Pues bien, juguemos tu juego”. Danae retira la sábana con un solo movimiento y descubre su cuerpo de suaves colinas y pálidos valles. En el buró, la colilla se marchita lentamente.
Su mano derecha baja suavemente desde sus labios. “Quiero que le hables a mi boca”. La caricia descendente pasa por su cuello y llega hasta su pecho. “Que me digas te deseo enloquecidamente”. El dedo índice dibuja un círculo en su pezón derecho. “Quiero que me tomes como si fuéramos dos extraños”. Danae apoya su espalda contra la cabecera, y su mano derecha le cede el lugar a la izquierda para bajar ahora hasta su vientre. “Quiero que dejes todas tus metáforas, que me digas que soy tu puta”. La mano se detiene entre sus piernas, las abre para mí. “Y que no vas a dejarme nunca”.
Ella cierra sus ojos, y en algún punto, mis manos son las suyas. “Tu eres mi único consuelo”. Mis palabras son las suyas. “Dime que me amas, aunque no sea cierto”. Y todo lo que existe son éstas palabras. “Que nada tiene sentido más allá de mi”.
Mi lengua traza caminos de humedad por su piel de durazno maduro, buscando algo inalcanzable. “Bésame aquí, aquí abajo”. Y ella suspira cuando finalmente descubro esos tiernos pliegues que habitan ahí donde se unen las largas cordilleras de sus piernas. “¿Te gusta? ¿Te gustó?”. Y bebo de ella, de ese cálido remanso. “Dímelo. Dime que te gusto”. Y bebo hasta colmarme, bebo hasta que aquella sustancia logra calmar el amargo hastío que hay en mi garganta.
“Ahora deja todo y ven”. Ésta noche somos solo dos animales sedientos. “Quiero sentirte dentro de mi”. Que se buscan a tientas. “Quiero que me acalambres las piernas”. En los laberintos salvajes. “Que me hagas gritar hasta que se me acaben los pulmones”. De ésta insoportable inmensidad. “Hasta que todo el mundo quede en silencio”.
“No te vengas aún”. Afuera se escucha una sirena. “Espera un poco más”. Las bestias de la noche se agitan. “Vente conmigo”. Pero aquí adentro nada existe. “Vente”. Solo nuestros cuerpos que se funden en un único grito. Al final, el derrumbe de los brazos. Y de nuevo el silencio.
“¿Por qué seguimos haciendo esto? ¿Por qué cojemos?” Uno coje para no llorar, para perderle un poco el miedo a la muerte. “¿Pero no me amas?” El amor es sólo una escusa, la más absurda de todas, para seguir existiendo. “Entonces dime ¿Qué somos? ¿Amantes? ¿Amigos? ¡Dime!”… Danae, en éste momento somos solo éste último párrafo que se termina.
martes, 14 de julio de 2009
La Rubia al Final del Túnel
Corría sepa madres qué año de crisis económica mexicana en los 80, pero a mí lo único que me importaba en la vida es que en Canal 5 pasaban todas las tardes a Remi, He-Man, Los Muppets Babies y el Tío Gamboín con sus fanfarrias. Yo estaba en primero de primaria. Me daba re-chingos miedo la escuela. Esto ya no era el jardín de niños; aquí había que aprender los sujetos y predicados, las sumas y restas, y los de tercer año siempre hablaban de unas tales tablas que había que saber de memoria, y ponían los ojos pelones cuando lo decían. Yo tenía pánico, porque nunca podía recordar por dos minutos nada de lo que nadie decía. Yo vivía entre una tarde de caricaturas y la siguiente.
Yo era pequeño, no solo de edad. Era chaparrito, con mis cachetes regordetes, con el ombligo saltón y el cabello a la Príncipe Felíz. Así le decía mi mamá a mi pelo, y cuando el año siguiente leí la historia de Wilde en un cuento ilustrado, yo no podía entender porqué mi madre me odiaba tanto que me cortó el cabello para atraer pájaros para que me sacaran los ojos. Mis pobres ojos verdes y miopes y con lentes que quemaban hormigas si estaban bien enfocados con el sol.
Mi maestra de español era, para todo propósito infantil, una adulta. No sé, debe haber tenido veinticasitreinta, porque tenía dos arrugas pequeñitas a los lados de los ojos. Se le veían más cuando sonreía. Y era bonita, sea lo que sea que eso significaba entonces. Yo sabía que las niñas eran bonitas. Algo tenían, con sus lloriqueos y sus trenzas y sus moños enormes con estampados de moda. Yo sabía que las maestras eran como niñas que habían crecido y que sabían cosas y que podían regañar o felicitar a quien quisieran y como quisieran, como si medir dos veces más les diera superpoderes. Eso lo aprendí de Voltron. Voltron, claro, era poderoso porque medía diez veces más que cualquiera. Así de simple.
Alguna de aquellas mañanas de no-caricaturas, la maestra entró al salón ruidoso y yo ni la noté. Los compañeros y compañeras corrían por espacios entre mesabancos, y yo hacía corajes en silencio cada vez que pateaban mi lonchera roja de Optimus Prime. Me estaba secando las lágrimas porque había dejado mis lentes sobre la tele. Ya me había gritado mi mamá, y ahora seguro me gritaría la maestra. Yo aún no podía leer nada en voz alta sin antes decirlo diez veces en susurros, y era más lento que eso para escribir. Sin mis lentes, daba lo mismo que me hubiera quedado en casa para ver a Bugs Bunny y Marvin el Marciano. Siempre creí que Marvin tenía mucha suerte de venir de un planeta donde había pistolas que hacían desaparecer lo que a uno no le gustaba. Seis o siete compañeros, dos o tres hermanos y hermanas, los honores a la bandera, el dentista y mis tías fastidiosas: yo por ahí hubiera empezado.
Esta gigante rubia llegó gritando al salón. En mi memoria televisiva, ella se veía como la tal Yuri que le cantaba al panda de Chapultepec, pero más fresca. Cuando terminó de gritar, no quedaba un alma en pie. En silencio, acomodé mi lonchera para que se alineara con la línea de concreto del suelo que terminaba en una columna en la pared y continuaba en un cable y subía al techo y se convertía en el abanico arriba de mi cabeza. También me daba miedo que se cayera el abanico, pero si se iba a caer, yo prefería estar exactamente abajo de las aspas para que me rebanara el cuello, y entonces vería cómo mi cuerpo se quedaba en la silla y mi cabeza rodaba junto a la lonchera roja, aún perfectamente alineada con los cables chispeantes del abanico desplomado.
Así como estaba, alicaído y pensando en mi muerte prematura, la maestra se acercó taconeando, se puso en cuclillas y me preguntó qué me pasaba. Yo no ocupaba ni eso para empezar a llorar de nuevo. Cuando se me aguaron los ojos empecé a balbucear algo de mis lentes y a morir de vergüenza con el resto de mis compañeros. Con la calma de quien vence hasta a los monstruos internos ajenos, me dijo lo único que no esperaba yo: "No importa, tú quédate en silencio y hoy yo hago tus apuntes y anoto tus tareas". Me ahogué dos lloriqueos jocosos y me dejé despeinar sin protestas.
Antes de ese momento, era yo un chico cualquiera, contento hasta marcarme los hoyuelos. Hasta que la rubia se dio la vuelta, se meneó de forma curiosa y se sentó en su silla, yo era un chico cualquiera. Quizá se meneaba así siempre, pero tuve que pensar en el momento inmediatamente anterior a cuando se sentó, para poder entender cómo había pasado todo tan súbitamente. Tenía que pensar en el meneo porque algo malo sucedería si pensaba yo en los calzones. Ya era inútil, claro, porque en eso estaba pensando yo. Lo veía como una de mis películas Betamax: me habla, se levanta, se voltea, camina, se sienta... pausa, regresar; se levanta, camina hacia atrás, se voltea, se agacha; pausa, reproducir; se levanta, se voltea, camina, se sienta... pausa... reproducir; se sienta, calzones. Calzones, calzones. No eran como los de mis compañeras. Estos eran calzones de mujer, no de niña. Me recargué en mis manos con los dedos cruzados sobre el mesabanco. Benditos mesabancos ridículamente pequeños, con ángulos perfectos de visión.
Sería que ese día la maestra rubia se llevó una falda más corta. Será que no tenía yo que tomar notas. Sería que no era yo tan miope como para no ver que algo ahí era mejor que tantas otras cosas. No sé qué sería ese día, pero era un buen día. Todo se desvanecía contra el atractivo hipnótico de esa tela blanca y la aún inexistente costumbre noventera del depilado excesivo. Por supuesto yo no entendí nada, pero no necesitaba entender; siglos y siglos de evolución del instinto me libraron de los pesos de entender, y mi ingenua edad me libró de cualquier peso moral. Cómo disfruté esos calzones toda la mañana. "Sujeto y predicado", como sea. "Flora y fauna", claro que sí. Daba igual, porque la rubia se levantaba, hacía dos anotaciones en el pizarrón y cuando veía mi cara de inquietud, seguro pensaba que me angustiaba la idea de no tener esas notas... así que ella se apuraba de vuelta al escritorio, y yo volvía a la fantasía interminable de unas piernas más largas que mi propia altura, y un algo incomprensiblemente atractivo donde esas piernas se acababan. Si se cruzaba de piernas, yo levantaba la mano para preguntar y hacerla moverse. Antes que terminara la mañana, yo me sabía a esa mujer hasta la última peca visible desde mi trinchera curiosa.
En el recreo me senté solo, con mi lonchera puesta en una llanta decorada, y comí en silencio pensando en la rubia y su forma y su ruido y su color amarillo de caramelo. Ese día supe que sería para siempre un hombre atormentado por el gusto de hacer aquello, fuera lo que fuera, por las ganas de sentir los algos y decir los esos, y disfrutar los talles y los encuentros. Yo era un hombre de poco más de un metro de altura, dueño de dieciséis Hot-Wheels, un Castillo de Greyskull, un triciclo viejo, dos papalotes y la certeza de que cambiaría esas o cualquier otra posesión por más días como ese. Ese día las protagonistas de mi tarde de caricaturas fueron Cheetara, She-Ra y Lynn May. No he madurado casi nada desde entonces.
Yo era pequeño, no solo de edad. Era chaparrito, con mis cachetes regordetes, con el ombligo saltón y el cabello a la Príncipe Felíz. Así le decía mi mamá a mi pelo, y cuando el año siguiente leí la historia de Wilde en un cuento ilustrado, yo no podía entender porqué mi madre me odiaba tanto que me cortó el cabello para atraer pájaros para que me sacaran los ojos. Mis pobres ojos verdes y miopes y con lentes que quemaban hormigas si estaban bien enfocados con el sol.
Mi maestra de español era, para todo propósito infantil, una adulta. No sé, debe haber tenido veinticasitreinta, porque tenía dos arrugas pequeñitas a los lados de los ojos. Se le veían más cuando sonreía. Y era bonita, sea lo que sea que eso significaba entonces. Yo sabía que las niñas eran bonitas. Algo tenían, con sus lloriqueos y sus trenzas y sus moños enormes con estampados de moda. Yo sabía que las maestras eran como niñas que habían crecido y que sabían cosas y que podían regañar o felicitar a quien quisieran y como quisieran, como si medir dos veces más les diera superpoderes. Eso lo aprendí de Voltron. Voltron, claro, era poderoso porque medía diez veces más que cualquiera. Así de simple.
Alguna de aquellas mañanas de no-caricaturas, la maestra entró al salón ruidoso y yo ni la noté. Los compañeros y compañeras corrían por espacios entre mesabancos, y yo hacía corajes en silencio cada vez que pateaban mi lonchera roja de Optimus Prime. Me estaba secando las lágrimas porque había dejado mis lentes sobre la tele. Ya me había gritado mi mamá, y ahora seguro me gritaría la maestra. Yo aún no podía leer nada en voz alta sin antes decirlo diez veces en susurros, y era más lento que eso para escribir. Sin mis lentes, daba lo mismo que me hubiera quedado en casa para ver a Bugs Bunny y Marvin el Marciano. Siempre creí que Marvin tenía mucha suerte de venir de un planeta donde había pistolas que hacían desaparecer lo que a uno no le gustaba. Seis o siete compañeros, dos o tres hermanos y hermanas, los honores a la bandera, el dentista y mis tías fastidiosas: yo por ahí hubiera empezado.
Esta gigante rubia llegó gritando al salón. En mi memoria televisiva, ella se veía como la tal Yuri que le cantaba al panda de Chapultepec, pero más fresca. Cuando terminó de gritar, no quedaba un alma en pie. En silencio, acomodé mi lonchera para que se alineara con la línea de concreto del suelo que terminaba en una columna en la pared y continuaba en un cable y subía al techo y se convertía en el abanico arriba de mi cabeza. También me daba miedo que se cayera el abanico, pero si se iba a caer, yo prefería estar exactamente abajo de las aspas para que me rebanara el cuello, y entonces vería cómo mi cuerpo se quedaba en la silla y mi cabeza rodaba junto a la lonchera roja, aún perfectamente alineada con los cables chispeantes del abanico desplomado.
Así como estaba, alicaído y pensando en mi muerte prematura, la maestra se acercó taconeando, se puso en cuclillas y me preguntó qué me pasaba. Yo no ocupaba ni eso para empezar a llorar de nuevo. Cuando se me aguaron los ojos empecé a balbucear algo de mis lentes y a morir de vergüenza con el resto de mis compañeros. Con la calma de quien vence hasta a los monstruos internos ajenos, me dijo lo único que no esperaba yo: "No importa, tú quédate en silencio y hoy yo hago tus apuntes y anoto tus tareas". Me ahogué dos lloriqueos jocosos y me dejé despeinar sin protestas.
Antes de ese momento, era yo un chico cualquiera, contento hasta marcarme los hoyuelos. Hasta que la rubia se dio la vuelta, se meneó de forma curiosa y se sentó en su silla, yo era un chico cualquiera. Quizá se meneaba así siempre, pero tuve que pensar en el momento inmediatamente anterior a cuando se sentó, para poder entender cómo había pasado todo tan súbitamente. Tenía que pensar en el meneo porque algo malo sucedería si pensaba yo en los calzones. Ya era inútil, claro, porque en eso estaba pensando yo. Lo veía como una de mis películas Betamax: me habla, se levanta, se voltea, camina, se sienta... pausa, regresar; se levanta, camina hacia atrás, se voltea, se agacha; pausa, reproducir; se levanta, se voltea, camina, se sienta... pausa... reproducir; se sienta, calzones. Calzones, calzones. No eran como los de mis compañeras. Estos eran calzones de mujer, no de niña. Me recargué en mis manos con los dedos cruzados sobre el mesabanco. Benditos mesabancos ridículamente pequeños, con ángulos perfectos de visión.
Sería que ese día la maestra rubia se llevó una falda más corta. Será que no tenía yo que tomar notas. Sería que no era yo tan miope como para no ver que algo ahí era mejor que tantas otras cosas. No sé qué sería ese día, pero era un buen día. Todo se desvanecía contra el atractivo hipnótico de esa tela blanca y la aún inexistente costumbre noventera del depilado excesivo. Por supuesto yo no entendí nada, pero no necesitaba entender; siglos y siglos de evolución del instinto me libraron de los pesos de entender, y mi ingenua edad me libró de cualquier peso moral. Cómo disfruté esos calzones toda la mañana. "Sujeto y predicado", como sea. "Flora y fauna", claro que sí. Daba igual, porque la rubia se levantaba, hacía dos anotaciones en el pizarrón y cuando veía mi cara de inquietud, seguro pensaba que me angustiaba la idea de no tener esas notas... así que ella se apuraba de vuelta al escritorio, y yo volvía a la fantasía interminable de unas piernas más largas que mi propia altura, y un algo incomprensiblemente atractivo donde esas piernas se acababan. Si se cruzaba de piernas, yo levantaba la mano para preguntar y hacerla moverse. Antes que terminara la mañana, yo me sabía a esa mujer hasta la última peca visible desde mi trinchera curiosa.
En el recreo me senté solo, con mi lonchera puesta en una llanta decorada, y comí en silencio pensando en la rubia y su forma y su ruido y su color amarillo de caramelo. Ese día supe que sería para siempre un hombre atormentado por el gusto de hacer aquello, fuera lo que fuera, por las ganas de sentir los algos y decir los esos, y disfrutar los talles y los encuentros. Yo era un hombre de poco más de un metro de altura, dueño de dieciséis Hot-Wheels, un Castillo de Greyskull, un triciclo viejo, dos papalotes y la certeza de que cambiaría esas o cualquier otra posesión por más días como ese. Ese día las protagonistas de mi tarde de caricaturas fueron Cheetara, She-Ra y Lynn May. No he madurado casi nada desde entonces.
viernes, 3 de julio de 2009
RE: NO FUE UN GOLPE DE ESTADO!!!
(Disculpen los no-balanceados signos de admiración, fueron copiados verbatim de la nota original)
Esta entrada nació como respuesta a una nota que leí en el caralibro.
Reformulo y replico: ¡Sí fue un golpe de estado!
Entrar en la madrugada a casa del presidente con 200 o 300 activos militares [1] sacarlo de ahí, rifle en mano y transladarlo a otro país, por definición, es un golpe de estado. Más aún cuando fue, hasta después de estos hechos y ya con el nuevo presidente 'de facto' en funciones, que se liberó la orden de aprensión en contra de Zelaya.
Invito de igual modo a informarse a quien lea esta nota, la encuesta (sin poder legal), que se planeaba realizar el día en el que se perpetró el mencionado golpe de estado, tenía por único objetivo preguntar a la ciudadanía si quería [o no] agregar una "cuarta urna" en las elecciones de noviembre [2]. Esta urna sería utilizada como referendum para -democráticamente- decidir si se debía [o no] reunir una asamblea constituyente [3].
En referencia a la información que dan los medios, que condenan este acto. Quisiera hacer notar que al menos en mi país (México) los medios de comunicación en contra de la izquierda latinoamericana. Abiertamente en contra de Chávez y cualquier aliado suyo, incluyendo en este caso a Zelaya. Incluso el más grande enemigo de la izquierda, el gobierno de EUA, ha condenado el golpe de estado. Por otro lado, quisiera hacer notar que los mismos medios de comunicación hondureños llevaban tiempo informando en contra del presidente, hechos que provocaron que les obligara a publicar propaganda gubernamental [4]. Con esto quiero decir que, los medios de televisión hondureños, buscan desprestigiar [con hechos reales, o no] al presidente Zelaya lo cual les resta credibilidad.
Hablamos de Estado de Derecho, ¿con un estado que, después de un golpe de estado suprime las garantías individuales de su nación? [5] Tomar militarmente las estaciones de radio y televisión [6], no es, a mi parecer un Estado de Derecho.
Estoy de acuerdo que Zelaya no hizo las cosas del modo correcto, eso se debe arreglar en los tribunales de justicia.
Recomiendo mucha atención y cuidado a quienes habitan Honduras. Los grandes sindicatos haciendo huelgas generales, un golpe de estado que puede ser visto como una intervención de EUA (desafortunadamente no tengo a la mano la referencia [BBC]), gran desigualdad económica entre la población, entre otras circunstancias particulares representan para mi un caldo de cultivo para una revolución. Si no se soluciona esta situación de forma política y pacífica antes de las elecciones en noviembre, es posible que los grupos subersivos se organicen.
Nota: El Universal es un periódico de derecha en México. Omití referencias a La Jornada, para evitar descalificación por ser declaradamente de izquierda.
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Shumac Tarac,
sinsentido
jueves, 11 de junio de 2009
1er Concurso
Recientemente se convocó a los escritores de este blog a un primer concurso de relato corto o poesía erótica, una onda acá, muy acá, como sexosa.
Con la finalidad de darle seriedad al asunto copio y pego aquí algunos puntos de la convocatoria.
-¿Quiénes pueden Concursar?: Todos los Miembros del Blog
Con la finalidad de darle seriedad al asunto copio y pego aquí algunos puntos de la convocatoria.
-¿Quiénes pueden Concursar?: Todos los Miembros del Blog
-¿Qué debo publicar en el Blog?: Un Poema o Relato Corto (una cuartilla máximo) enfocado en el tema erótico... se vale de todo.
-¿Realmente se vale de todo?: ¡Si! La idea es poner en práctica el talento narrativo de los escritores en un espacio enfocado en el arte y en la libre expresión de las ideas. O sea que si, puedes hablar de penes y esas cosas.
-¿Quién decidirá quien Ganó?: Elucubración Colectiva ha reunido un jurado integrado por cuatro ilustres escritores contemporáneos: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, y Roberto Gómez Bolaños.
No quisiera yo comprometerme, ni comprometer a nadie más con declaraciones que más tarde no podamos sostener, así que aclaro que el Señor Roberto Gómez Bolaños aun no confirma su participación como miembro del jurado.
Y pues ya. Se hizo público. Dejoles con un video, que con suerte inspirará a nuestros escritores. Video más pornográfico que erótico, pero que igual funciona. Y que funciona también para cuestionarnos si nos fuimos por la senda evolutiva correcta. Tenemos extremidades, tenemos pulgares y cerebros grandotes, pero ¿se pinta usted de color azúl electrico cuando copula?
Y pues ya. Se hizo público. Dejoles con un video, que con suerte inspirará a nuestros escritores. Video más pornográfico que erótico, pero que igual funciona. Y que funciona también para cuestionarnos si nos fuimos por la senda evolutiva correcta. Tenemos extremidades, tenemos pulgares y cerebros grandotes, pero ¿se pinta usted de color azúl electrico cuando copula?
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erótico
martes, 2 de junio de 2009
No sé de Nombres
No sé de nombres
ni de fechas
Soy mi cadáver en el diván
contándole sueños húmedos
al loquero
No sé de nadie
No tengo ojos
ni manos
Hablo con palabras chiquitas
porque las grandes
no me caben en la boca
No soy
así de simple
sin puntos ni comas
soy esta ausencia desangrada
marchita
estás ganas de arrancarme toda la piel
de gritar a todo pulmón por el cerrojo de tu puerta
de quemar iglesias
de exigirle agua a las nubes de abril
de enterrar mi cabeza en el fondo del monitor
Soy todas mis angustias
cortadas en tiritas
y vueltas a pegar
en éste poema.
ni de fechas
Soy mi cadáver en el diván
contándole sueños húmedos
al loquero
No sé de nadie
No tengo ojos
ni manos
Hablo con palabras chiquitas
porque las grandes
no me caben en la boca
No soy
así de simple
sin puntos ni comas
soy esta ausencia desangrada
marchita
estás ganas de arrancarme toda la piel
de gritar a todo pulmón por el cerrojo de tu puerta
de quemar iglesias
de exigirle agua a las nubes de abril
de enterrar mi cabeza en el fondo del monitor
Soy todas mis angustias
cortadas en tiritas
y vueltas a pegar
en éste poema.
lunes, 25 de mayo de 2009
My One-Night-Stand with M.
La llaman M. Y fue genial. Fue un verdadero logro. cansadísimo y aún así increíble. Quería tomar fotos para mostrarlas aquí pero no ninguno tenía cámara. Así que bueno, quedará en la memoria.
Y a pesar de haber sido fascinante y emocionante a la vez, no creo volverlo a hacer. M, realmente me la pasé muy bien hoy, pero palomearé esa hazaña y continuaré con mi vida. No te sientas mal, no eres tú, tú eres perfecta. Soy yo. Así que aunque tal vez en un futuro nos volvamos a ver y hagamos lo mismo que acabamos de hacer, no creo que sea algo que se vuelva habitual. Así que por eso te considero mi one-night-stand.
Por cierto, a todos los que quieran hacerlo y no lo hayan hecho, se los recomiendo mucho. Eso sí, lleven muchas energías, mente positiva y mucha agua.
Un saludo. Te mantendré presente siempre.
Y a pesar de haber sido fascinante y emocionante a la vez, no creo volverlo a hacer. M, realmente me la pasé muy bien hoy, pero palomearé esa hazaña y continuaré con mi vida. No te sientas mal, no eres tú, tú eres perfecta. Soy yo. Así que aunque tal vez en un futuro nos volvamos a ver y hagamos lo mismo que acabamos de hacer, no creo que sea algo que se vuelva habitual. Así que por eso te considero mi one-night-stand.
Por cierto, a todos los que quieran hacerlo y no lo hayan hecho, se los recomiendo mucho. Eso sí, lleven muchas energías, mente positiva y mucha agua.
Un saludo. Te mantendré presente siempre.
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